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UN RELATO DESDE EL ASTRAL

LA IRA

Un anciano cansado por el tiempo me contó que en un lugar existía un hombre que se caracterizaba por no poder controlar su Ira.

Su nombre era Benko.

Por lo que se sabe este hombre se caracterizó desde pequeñito por no poder controlar su carácter y producto de lo mismo muchas veces sus padres tuvieron que ir a retirarlo de su escuela por algún violento encontrón con otro niño.

El tiempo fue avanzando y la ira y violencia de este niño lamentablemente crecía. Sus padres siempre tuvieron la esperanza que con los años su hijo madurara y cambiara su actitud, incluso se extrañaban porque ninguno de sus otros tres hijos mostraba una actitud similar.

Benko creció y como todo joven empezó a entablar amistad con distintas damas de su edad, pero por lo general ellas se alejaban de él por su fuerte carácter.

A veces amanecía aparentemente cambiado, pero era sólo en apariencia pues ante cualquier diferencia explotaba en ira de inmediato.

El problema de Benko es que no tenía autocritica, él pensaba que todas las situaciones se manejaban y arreglaban a golpes. “Si tú gritas… yo grito el doble de fuerte”- solía pensar.

A veces su actitud cambiaba por conveniencia, porque su grupo de amigos al ver su descontrol lo evitaban, pero cuando los recuperaba nuevamente volvía a ser el de siempre.

Fueron pasando los años y Benko contrajo matrimonio. Tenía 26.

La verdad es que el noviazgo fue muy largo, principalmente por problemas del carácter de este hombre, María, su actual esposa, lo rechazó muchas veces, pero…como toda mujer joven y enamorada pensaba que su futuro esposo cambiaría con el tiempo.

Benko tuvo muchos trabajos, pero de todos ellos por problemas de convivencia lo despidieron.

Para evitar este vaivén de despidos, decidió emprender su propio negocio en donde el sería su propio jefe.

En su hogar era igual, de un solo grito imponía sus términos. María su esposa varias veces se fue a la casa de su madre producto de la violencia de su marido. La iba a buscar y la convencía con el discurso de siempre “Voy a cambiar”.

Benko no sólo era violento en las palabras pues también llegaba a la agresión física con sus hijos y esposa. Tenía un sólo amigo llamado David, que también ya estaba cansado de su actitud.

Bueno, así seguía la vida de este hombre, entre gritos y golpes.

Pero como la vida da enseñanzas sucedió lo siguiente…

Un día Benko llegó a su casa, ya era tarde, venía algo bebido y por lo mismo empezó a gritar a su esposa pidiéndole que se levantara y le sirviera la cena, como María no lo hizo con la velocidad del rayo que acostumbraba, este hombre bajo un incontrolable estado de ira comenzó a destrozar todos los objetos de la casa. María y los niños sólo atinaron a esconderse.

Fue tanto el alboroto que los policías llegaron y lo detuvieron.

La furia de Benko era tan grande que ni siquiera a la autoridad obedecía, pero esto era común en él, por lo mismo en más de una oportunidad se llevó una buena golpiza. Cuando la situación no se daba como él quería, veía todo oscuro y su objetivo era golpear y gritar.

David, el único amigo que tenía, lo visitó y lo ayudó a salir de la cárcel.

Luego de este desafortunado acontecimiento, lo primero que hizo Benko fue ir donde María, pues ella ya había partido a  casa de su madre, no obstante esta vez todo era distinto. Su esposa tenía una mirada como nunca en su vida su esposo había visto.

Benko empezó nuevamente con el discurso que ya lo tenía muy bien aprendido y le dijo: “Perdóname, te juro por mis hijos que esta vez cambiaré”.

Pero María estaba distinta y con una fuerza que superaba cualquier ira, le dijo:

“Mira, yo te di muchos años para cambiar, pero no los aprovechaste ¿Sabes lo que me da más tristeza?… que nunca te ganaste mi respeto, ni el de tus dos hijos y solamente generaste nuestro miedo, pero esta vez ya no lo tengo y que Dios se apiade de tu alma”.

Estas fuertes palabras y la firmeza de maría calaron tan hondo en Benko, que sólo atinó a marcharse y desaparecer.

 Por algún tiempo se disfrazó con la vestimenta de la bondad como suele suceder, jugó a ser el padre y esposo incomprendido, pero conforme pasaron los meses nuevamente afloró el hombre que todos conocían, tirano y violento.

Lo único que le quedaba en el mundo era su amigo David, pues sus hermanos y sus padres no querían saber de él. Su esposa e hijos se marcharon a otro pueblo sin que nadie supiera donde.

Cierto día a la salida de su trabajo, Benko se juntó con su amigo David, bebieron algunas copas y con el fragor del licor comenzó a violentarse a tal extremo que dio vuelta la mesa y golpeó con toda furia a su amigo. David era muy querido en el pueblo y nadie se explicaba porque salía con Benko que era grosero y violento.

Nuevamente la policía lo detuvo, pero esta vez se ensañaron, Benko gritaba “no soy un animal”, frase que siempre utilizaba cuando lo detenían y golpeaban.

Primero fueron sus padres y hermanos, después su esposa e hijos, y finalmente su único amigo…Benko definitivamente estaba solo.

Como sus empleados también recibían los embates de su ira, pronto lo dejaron y la pequeña empresa que tenía no siguió funcionando.

 Sentía estar al límite, solo en su casa y sin nada para comer, sin poder pedir ayuda pues se había ganado el odio de todos los habitantes.

Un día Benko escuchó a dos hombres conversar que a la salida del pueblo estaban pidiendo trabajadores. Este dijo:

“Iré, pues allá nadie me conoce”.

Y es así como emprendió rumbo.

Efectivamente trabajo había y esta vez estaba dispuesto a controlar su carácter.

Sucedió que camino a su trabajo Benko siempre se cruzaba con un hombre de sonrisa amistosa que vestía de blanco. Sus compañeros  decían que era un monje loco. Pero en verdad era un maestro espiritual.

Paradójicamente Benko a pesar de su ira era un hombre que pedía a Dios, pero su ímpetu lo traicionaba. Siempre pensaba en su familia, en su amigo David y en ese alejamiento que lo torturaba día a día.

En eso estaba cuando se cruza nuevamente con el maestro. Benko tenía mucha curiosidad de conocerlo pues había escuchado que sanaba personas.

– Buenos días señor- Benko le dice.

– Buenos días -le respondió el maestro.

– Señor no quisiera importunarlo, pero escuché decir que usted sanaba personas.

– Así es- dijo el maestro tocando su frondosa barba blanca.

– Señor no sé cómo decirlo, pero…y – Benko se puso a llorar. Era la primera vez que este derramaba lágrimas.

– Ven, acércate hijo – le dijo el maestro.

– ¿Tú quieres sanar tu ira?

– Si maestro, no sé cómo decirle.

– Si quieres decirme maestro o señor o monje loco puedes hacerlo.

– Tú ¿Quieres sanar tu ira? – le preguntó el maestro.

– Por supuesto… y producto de esto lo he perdido todo.

– Antes -dijo el maestro- debo advertirte que el camino es muy difícil y mis métodos también.

– No importa maestro, yo haré todo lo que sea necesario por recuperar a mi familia y a mi amigo.

– Bien entonces, escucha lo siguiente- le dijo el maestro.

– Mira, estos dos terrenos que ves frente a tus ojos son de mi propiedad, uno está lleno de grandes árboles y el otro como puedes ver está vacío. Tu seguirás haciendo tu vida, pero cada vez que insultes a alguien o que lo agredas, vendrás inmediatamente al bosque y cortaras un árbol. Ahora cada vez que puedas contenerte y no envestir como un toro furioso, plantarás un árbol en el terreno vacío.  También se consideran los pensamientos- le dijo el maestro.

– Para esto te dejaré aquí un hacha para cortar y también una pala para plantar.

Benko no estaba muy convencido ¿Cortar un árbol o plantar otro? ¿Me sanaré con esto? Por eso tal vez le dicen el monje loco” decía Benko.

Pero era tanta su soledad y tanto era su sufrimiento al no poder controlarse que decidió tomar el desafió.

Al día siguiente se dirigió a su trabajo e inmediatamente tuvo un encontrón con uno de sus compañeros, Benko se aguantó para no golpearlo, pero como lo pensó, a la salida fue a cortar un árbol.

 Decía: “No agredí físicamente a mi compañero de trabajo, pero como lo pensé cortaré un árbol”. Tomó el hacha y entre golpe y golpe logró derribarlo. Este quedó exhausto.

Benko ya en su casa decía: “Tal vez al cortar un árbol expulso toda mi furia, y eso es lo que busca el maestro”.

Al siguiente día nuevamente tuvo otro problema que casi termina en una riña de proporciones mayores. Por lo tanto, fue nuevamente al bosque y cortó otro árbol. Benko estaba algo desconcertado y siempre pensaba que si ese método tan extraño lo sanaría.

Fueron pasando los días y las semanas y se disponía a cortar su árbol número siete. Pero para ser justos destaquemos que Benko tenía un árbol plantado en el terreno vacío que representaba todo lo contrario a la ira que es la calma y la mansedumbre.

Cuando se disponía a cortar su árbol número ocho apareció el maestro y con cara risueña le dijo:

-¿Cómo va la poda y la siembra?

-No muy bien maestro- dijo Benko- nunca pensé que fuera tan difícil, soy un verdadero fracaso, son ocho acciones malas contra una buena.

-Vas bien -le dijo el maestro- pues ahora ya sabes la diferencia entre lo bueno y lo malo, tú lo acabas de decir, antes no sabías siquiera distinguirlo.

-¿Qué has notado Benko en la medida de cortas arboles? – le dijo el maestro.

-He notado que cada vez me cuesta más cortar el siguiente árbol ¿Eso es tal vez porque estoy avanzando y cada vez el camino se hace más difícil?

-No Benko, debes sacar filo a tu hacha, recuerda que estás en la tierra y no todo necesariamente tiene una causa espiritual – y se sonrió.

-¡Ah! y no olvides cada vez que cortes un árbol recolecta la  madera y  regálala.

A veces Benko no entendía al maestro, pues pensaba que le iba a decir que cada vez la carga espiritual era más fuerte, sin embargo, lo mandó a afilar su hacha.

Un día Benko le preguntó:

– Maestro… ¿Qué es la ira?

– Es una emoción negativa, que nace en tu cerebro pasa por tu corazón y termina en tus puños. Cuando sientes ira actúas impulsivamente perdiendo la claridad para resolver un conflicto, la ira te pone a la defensiva cuando no es necesario, enferma tu hígado, tus riñones, tu corazón y te aleja de las personas.

Fueron pasando los años y este hombre que era muy perseverante siguió cortando árboles en el bosque del maestro y sembrando otros en el sitio vacío.

Como el tiempo terreno vuela rápido, ya Benko había cumplido cerca de los 60 años. Su maestro nunca envejecía y como ya era costumbre se topó una vez más con él en el camino a su trabajo.

El maestro le dijo: “Benko, vamos a ver tu siembra”.

-Mira Benko, a pesar de que casi dejas sin arboles el bosque puedo observar también que el terreno que estaba vacío ahora está lleno de árboles y muchos de ellos ya están grandes – El maestro estaba orgulloso.

-Maestro hace ya 5 años que no corto ningún árbol, pienso que ya aprendí a dominar mi ira y eso se lo agradeceré durante toda la vida, pero quisiera comentarle lo siguiente:

Maestro aún tengo una pena enorme, pues nunca más mi esposa y mis hijos volvieron a mí, ni siquiera se de ellos, tampoco a mi amigo David volví a verlo. Yo pensé que cuando dominara mi defecto ellos volverían.

-Hijo, acércate, mira el terreno que tenía los árboles, ahora prácticamente esta vació, pero si observas bien aún están las raíces. Las raíces siempre son las más duras y difíciles de sacar, las raíces son las heridas y el dolor que provocaste en cada una de las personas que golpeaste o insultaste y mientras estén aun permanecerá el dolor”.

-Maestro, yo solo soy un viejo tonto… ¿Usted me quiere decir que si saco todas las raíces del terreno volverán a mí las personas que amo?

-No literalmente, pero podría ayudar, recuerda que nada aún no está escrito en su totalidad.

– Maestro ¿Es difícil ser un maestro?

– Como todo en la vida hijo, cuesta.

– ¿Que hacía antes de venir en mi ayuda?

– Bueno enseñaba a un discípulo enamorado llamado Rajiv y también ayudé a un viejo loco que pelea con leones- y sonrió.

Benko simplemente no entendió.

-Maestro, como ya es tarde mañana empezaré a sacar las raíces de los árboles que corté.

-Benko- le dijo el maestro- recuerda que ya tienes tus años así que trabaja pausadamente.

Al día siguiente Benko estaba con otro ánimo, pensaba interiormente que si sacaba todas las raíces su esposa, hijos y su amigo David regresarían a él.

Benko llegó temprano a su trabajo y vio como a lo lejos uno de los trabajadores antiguos discutía con un trabajador recién llegado.

Benko dijo- ¿Qué sucede?

-Lo que pasa -dijo el trabajador viejo- que este muchacho insolente que viene llegando recién, comenzó a gritarme y darme órdenes, como yo no lo tomé en cuenta amenazó con golpearme.

Como Benko ya había cambiado no se metía en peleas, además ya bordeaba los 60 años, pero esto no evita pensó Benko que converse con el muchacho.

Benko le dijo- ven acércate, yo era igual de impulsivo cuando tenía tu edad, no dejaba que nadie me contradijera y lo único que conseguí fue perder a mi familia y a mi amigo.

– El muchacho le dijo- no me interesan tus historias de viejo- y le dio un golpe tan fuerte en el rostro que Benko cayó al suelo inconsciente.

 Regresó a su casa con su cara roja y su nariz partida. En el camino se topó con el maestro.

– ¿Qué te sucedió Benko?

– Maestro un muchacho me golpeo con todas sus fuerzas.

– ¿Qué sentiste? le preguntó el maestro.

– Susto, dolor, y mucha tristeza, fue como verme en un espejo.

-¿Recuerdas que te dije que, aunque cambies aún quedan raíces que deberás sacar y ojalá lo hagas en esta vida?

Benko siguió sacando raíces y plantando árboles, del muchacho nunca más supo, sólo que lo habían despedido.

Pasaron los años y Benko dejó de trabajar, pasaba más en su casa, le costaba caminar, y sólo recibía la visita del maestro.

-Hola maestro ¿Cómo está?

– Bien y tú ¿Qué me puedes contar?

– Maestro quisiera decirle algo… Yo sé que me queda poco tiempo de vida, también sé que hice un gran esfuerzo para superar mi ira y finalmente lo logré. Pero me iré de este mundo con la gran pena de no haber podido recuperar a mi familia y poder ayudarlos como se merecían.

-Hijo, escúchame, no pienses que los árboles que cortaste, las raíces que sacaste y los árboles que plantaste que ahora lucen grandes y frondosos fue tiempo perdido. Más adelante recibirás una gran sorpresa.

Un frio día de invierno a los 71 años Benko cambio de estado, lo que ustedes llaman muerte. Tal vez no entendió a su maestro, pero hasta su último latido quedó esperando la sorpresa de éste.

Benko en sus últimos años de vida terrena se acercó mucho a las enseñanzas del maestro y por lo mismo sabía que al desencarnar sería recibido por un guía y también por otros hermanos.

Es así como atravesó el túnel de luz y pasó todo el proceso sin mayores problemas. Ahora producto de sus méritos y su esfuerzo quedó en un plano bastante agradable.

Un día Benko conversando con su guía le dijo:

-Cuando yo estaba en la tierra siempre quedé esperando una promesa que me hizo mi maestro, él habló de una sorpresa, pero desencarné y nunca la pude ver ¿A qué se refería?

-Bueno ya es hora de que conozcas esa sorpresa, te llevaré con los permisos necesarios para que puedas verla. Tu solo observarás.

El guía condujo espiritualmente a Benko al camino donde vio por primera vez a su maestro.

Benko rompió en llanto de felicidad al verlo.

-¡Ese es mi maestro le dijo emocionado al guía!

El maestro está con un hombre- dijo Benko, y es el mismo muchacho que una vez me golpeó pero que ahora está más viejo. ¿Cómo mi maestro puede conversar con él?

El guía le dijo- escucha la conversación.

Se produjo un silencio.

Maestro -le dijo el hombre- me dijeron que usted sanaba personas y necesito de su ayuda.

-Cuéntame hijo.

-Lo que sucede maestro, que he perdido amigos, trabajo e incluso a mi familia por mi carácter agresivo.

-Bueno, ¿Quieres sanar?

-Por supuesto

 -Pues bien, pon mucha atención… frente a ti hay dos terrenos, uno lleno de árboles frondosos y el que está al lado está totalmente vacío. Cada vez que rompas en furia deberás cortar un árbol, también cuentan tus pensamientos agresivos, y cada vez que puedas dominarte y no agredir plantarás un árbol en el terreno vacío. Aquí tienes esta vieja hacha y esta vieja pala.

-Maestro ¿Usted cree que haciendo esto podría recuperar a mi familia? Yo pienso que si hijo, pues varios años atrás tu padre ya fallecido preparó tu terreno sacando todas las raíces y al mismo tiempo sembró muchos árboles para que yo pudiese curar tu ira.

Benko sólo lloró y dijo- gracias maestro, usted no deja de sorprenderme.

A lo lejos se escuchó decir al maestro: “Hijo ya puedes soltar tus armas, tu guerra ha terminado, y tu herida ya ha sanado. Dios te bendiga y cierra la puerta”.

Katherine Stehberg

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