Darren era un hombre como cualquiera.
Su vida transcurría como la de todo hombre común, pero esta aparente monotonía escondía un gran secreto.
Él era un apostador.
Darren sabía cómo disimularlo, emprendía rumbo a su trabajo y después se dirigía al bar para jugar a las cartas.
A keira su esposa le decía que el término de su jornada laboral era a las ocho de la tarde, pero en realidad su hora de salida finalizaba a las cinco, así le quedaba un margen de tiempo para saciar lo que él decía era un entretenimiento.
Todos los días sin fallar se reunía en un bar con otros jugadores dando rienda suelta a su entretención.
Cuando llegaba el fin de semana siempre andaba inquieto, pues no podía salir a jugar con sus amigos de barajas.
Darren, te siento inquieto, le decía su esposa.
No sucede nada keira.
Es que ni siquiera has sacado a pasear a los niños.
Lo que sucede es que estoy preocupado porque el trabajo está muy flojo, incluso mi jefe ha dicho que está pensando en reducir personal.
Pero Darren, tu llevas más de veinte años trabajando en ese lugar y eres la persona de confianza del señor Keene.
Si lo se keira pero igualmente esto me preocupa.
Bueno, me daré ánimo y sacaré a los niños a pasear.
Ese fin de semana y también como otros fue tensión completa para Darren.
Es sabido que la línea entre la entretención y la enfermedad siempre es imperceptible.
Al día siguiente Darren volvió a su trabajo y esperó con ansias la hora de salida habitual.
A las cinco de la tarde en punto partió corriendo al bar.
Señor Darren lo echamos de menos el fin de semana.
No pude salir señor Sullivan, pero ya estoy aquí.
Señor Darren:
Digame Sullivan;
En esa mesa hay unos forasteros que quieren jugar cartas y todos aquí dicen que es usted el indicado para derrotarlos.
Señor Sullivan usted me halaga, pero yo soy solamente un jugador pueblerino de cartas y esos hombres de buen vestir tal vez han jugado en casinos.
Señor Darren tómese esta copa, cortesía de la casa y yo se los presento, estoy seguro que usted dará una sorpresa.
Fue así como Sullivan llevó a Darren con los forasteros.
Darren era un gran anfitrión.
Señores, me presento, soy Darren y me gustaría compartir un juego de cartas con ustedes.
Encantado señor Darren dijo uno de ellos.
Esta situación generó gran expectación, Darren concentrado al máximo y los aldeanos atentos a cualquier movimiento.
El bar estaba totalmente en silencio.
A ratos la experiencia de los forasteros aplacaba el juego de Darren, pero la astucia de este remontaba rápidamente la partida.
Según los aldeanos, Darren estuvo más de tres horas jugando y batallando hasta que terminó ganando la partida.
Para muchos este fue el mejor juego que habían visto en años.
Señor Darren, dijo uno de los forasteros:
Permítame felicitarlo, usted es un muy buen jugador.
Nosotros hemos recorrido muchos pueblos y casinos y es la primera vez que conocemos la cara de la derrota.
Mañana pasaremos nuevamente y por supuesto nos gustaría que nos concediera el honor de la revancha.
Con todo gusto señor, les contesto un muy entusiasmado Darren.
Los forasteros se fueron y comenzó la fiesta. Señor Darren sírvase que hoy la casa invita.
Darren en su pequeño mundo era un rey y esto le gustaba mucho. Entre licor, apuestas y damas de compañía fue transcurriendo la hora y no se dio cuenta que ya eran las once de la noche.
Se retiró rápidamente a su hogar e irresponsablemente condujo su vehículo con alcohol en el cuerpo.
Al llegar a su hogar keira lo estaba esperando muy preocupada pues era la primera vez que Darren llegaba a esas altas horas de la noche.
Darren:
¿Qué sucedió?
Me tenías preocupada.
¿Estas bebido?
No mujer, son solo algunas copas, el señor Keene nos hizo una pequeña fiesta por la despedida de dos funcionarios.
Pero Darren me tenías muy preocupada.
Te prepararé un café.
Keira intentaba comprender lo que Darren le contaba, pero la euforia que este traía no concordaba con la despedida de dos de sus compañeros de trabajo.
Al final su esposa como toda mujer de aquellos años prefirió no hacerse muchas preguntas y le dijo:
Darren acuéstate y descansa pues mañana debes trabajar.
Para Darren esa fue una de sus mejores noches, recordaba cada carta que jugó con las que obtuvo su triunfo.
Al siguiente día muy temprano y con un ánimo desbordante llegó a su trabajo, practicando en sus ratos de ocio su estrategia para el juego de la tarde.
Darren estaba expectante esperando las cinco de la tarde para dirigirse al bar, sentía por primera vez que su vida tenía sentido.
Dieron las cinco y emprendió rumbo al bar, en el ya estaban los forasteros.
Darren a la entrada pidió un trago el cual bebió de un solo sorbo.
Es sabido que juego y alcohol van de la mano y Darren empezaba a transitar ese escabroso camino.
Esta segunda partida atrajo más público que la anterior y ya se hablaba de esto en gran parte del pueblo, incluso el jefe y a la vez amigo de Darren fuera de todo protocolo asistió a ver esa tan esperada partida.
El juego fue distinto pues los forasteros tomaron más precauciones y por el contrario Darren con la confianza de la victoria anterior tomó una actitud más agresiva.
Después de varias horas de lucha, entre el humo del cigarro y el hedor del licor, Darren se alzó con la victoria.
Sus oponentes lo felicitaron y lo dejaron invitado a la ciudad para participar en casinos.
Darren solo celebraba y bebía, y sin darse cuenta ya era de madrugada.
Como el pueblo era pequeño, keira ya sabía todo lo que había ocurrido e impaciente esperaba la llegada de su esposo quien no fue a su trabajo con el permiso de su jefe.
Lo que no sabía Darren que algo tan común en el pueblo como el juego, las damas y el alcohol lo harían vivir algo que jamás olvidaría.
Muy temprano en la mañana, Darren llegó a su casa, keira que era una mujer muy prudente le dijo que durmiera y más tarde conversaban.
Darren así lo hizo y después de varias horas apareció en el comedor.
Keira, quería explicarte…
Darren, no necesito explicaciones, solo me molesta el hecho de saber que durante muchos años ibas a ese bar y no me lo habías comentado, creo no merecer esto.
Keira, por supuesto que no lo mereces, pero no te lo había dicho por temor a que no entendieras pues un bar no tiene muy buena fama.
Sigue contándome Darren para poder entender.
Keira, en un bar hay apuestas, juegos, tabaco, alcohol y damás de compañía, no es el mejor lugar para alguien que se cree decente, pero hace muchos años descubrí que me gusta jugar a las cartas y además me atrae ese ambiente.
Darren, puedo entender eso, pero lo que no entiendo es porque manejaste ebrio, eso fue muy irresponsable.
Lo se keira y perdóname, te prometo que no visitaré más ese lugar.
Darren no he dicho que no vayas al bar, todo lo contrario es bueno que tengas una diversión, pero hagamos un trato, tú sigues visitando a tus amigos pero si te tomás una copa prométeme que no manejarás, eso es extremadamente peligroso.
Keira, tu eres una esposa y una mujer muy madura.
Te lo prometo.
Con el camino despejado y con la aprobación de keira, Darren siguió frecuentando el bar, lo que para su familia fue hasta en cierto punto beneficioso pues llegaba más alegre, jugaba con sus hijos y le comentaba a keira sobre sus partidas.
Se podría decir que la vida de Darren había tomado un muy buen curso, pero había algo que comenzó a molestar a sus amigos del bar… Darren se negaba a jugar con alguno de ellos pues su ego había crecido más arriba de las montañas.
Señor Darren ¿jugaría usted una partida conmigo?
Lo haría, pero sin ofenderle lo que sucede es que estoy para competencias mayores muchacho.
Esa respuesta molestaba mucho, pues la característica del antiguo Darren era justamente todo lo contrario, divertirse, compartir y por sobre todo jugar.
Llegaba al bar, pedía una copa de licor al señor Sullivan y se sentaba a mirar como jugaba el resto de sus amigos moviendo la cabeza con un aire de juez.
Las personas comentaban…
Me gustaba mucho más el otro Darren, el de antes, el sencillo y risueño.
En ciertas ocasiones alguna dama se le acercaba con el fin de que la invitará a una copa pero este muy soberbio le decía:
Tal vez más rato, no vez que estoy analizando como juegan.
Fue pasando el tiempo y Darren seguía frecuentando el bar, pero pocos lo saludaban, aun así el seguía en su trono imaginario.
Cuando llegaba a su hogar solo conversaba de cartas y partidas y le comentaba a keira que sus amigos del bar eran unos necios y por lo mismo nunca llegarían a ser famosos como él.
Darren, no lo veas así le decía keira, recuerda que ellos son tus amigos.
No necesito ese tipo de amigos keira, además llevo mucho tiempo juntando dinero y si todo se da con los años, tendré mi propio bar, y por lo demás no me importa que me entiendas.
Darren estaba generando mucha hostilidad nunca antes vista en él, tanto en el bar como en su hogar.
Al día siguiente se dirigió como de costumbre a su lugar de juego, no saludo a nadie, solamente a su viejo amigo Sullivan, el dueño.
¿Señor Darren?
Digame amigo Sullivan.
Quería comentarle lo siguiente:
Usted es un cliente de años, los dos ya somos amigos pero quería comentarle que la mayoría de los que vienen a este bar me extorsionan para que no lo deje entrar más.
Amigo Darren, dígame una cosa:
¿Qué fue de ese señor Darren, buen anfitrión, alegre, con ganas de jugar sin importar quién fuese? Y se lo digo con mucho respeto, aquí nadie lo quiere.
Darren escuchaba atentamente y su rostro comenzaba a enfurecerse.
De un momento a otro tomó la palabra, hizo callar la música y con voz fuerte dijo:
Escúchenme:
Sé que mi presencia no es bienvenida por ustedes que dicen llamarse mis amigos, pero les diré lo siguiente:
Siempre he tenido amigos y no necesito de ustedes parásitos que lo único que hicieron por años fue alabarme para que los invitara a un trago y ahora que no se los doy me dan vuelta la espalda.
Está bien, me iré de este antro y buscaré otro lugar donde se me valorice.
Darren salió furioso del lugar, manejo y manejo por la carretera principal cuando de pronto vio un camino lateral por el cual entró.
Era un sector de muchos árboles y al fondo unas luces rojas. Darren se dirigió al lugar y se encontró con un local un tanto viejo pero atrayente, ingreso a él y quedó deslumbrado al ver que era un antiguo bar con muchas personas en su interior.
Inmediatamente de la barra se acercó un hombre y le dijo:
Por favor siéntese, como usted es nuevo por acá, la primera copa es siempre gratis.
Darren no podía creer tan buena atención. Una muchacha se acercó y le ofreció cigarrillos.
Darren definitivamente estaba en su ambiente.
Desde hace un buen tiempo y ahora me recuerdo, aquí venia mi padre a beber y también mi abuelo.
¿Usted señor Darren sabe jugar cartas?
Eso es lo que más me gusta hacer.
Lo que sucede es que aquí tenemos un campeón, el cantinero, nadie lo ha derrotado.
¿Le gustaría jugar con él?
Por supuesto que sí.
Arthur, acércate…
Queremos presentarte al señor Darren que sabe jugar cartas y quiere retarte a duelo.
Pero encantado señor Darren, por aquí vienen muy pocas visitas.
Ambos tomaron asiento y todos en el bar estaban expectantes de la partida.
De pronto se acercaron dos hombres.
Disculpe, no le molesta si lo acompañamos.
Por supuesto que no.
Lo que sucede es que por acá pocas veces vienen forasteros y por lo mismo queremos acompañarle.
¿Cuál es su nombre amigo? Le preguntó uno de los hombres.
Mi nombre es Darren.
¿Y de dónde viene?
Del pueblo, no muy lejos de aquí.
Digame algo, ¿hace cuánto que esta en este hermoso local?…
El silencio que había era impresionante, solo el ruido de las barajas lo cortaba a momentos.
Señor Darren, como usted es nuestro invitado puede iniciar la partida.
Muchas gracias señor Arthur.
Darren era muy bueno con las cartas y rápidamente tomó ventaja. Arthur estaba sorprendido, también el resto de las personas presente.
Pero le costó a Darren quedarse con la victoria.
Arthur no tuvo más que felicitarlo e invitarlo a una copa.
El bar era toda una algarabía, felicitaciones a Darren incluyendo a su contrincante. El alcohol y el tabaco dominaban el ambiente y Darren no podía concebir tanta felicidad junta.
Esto es lo que buscaba decía.
Bebió y de paso aprovechó de contar su trabajado triunfo sobre los forasteros en el bar del pueblo tiempo atrás.
Darren miraba y miraba el bar, cada esquina, la barra, las copas y cada adorno.
De pronto el dueño se acercó.
Señor Darren veo que le gusta en demasía el bar.
Es un sueño que tengo desde hace muchos años, tener mi propio local.
¿Cuál es su nombre señor? le preguntó Darren.
Me llamo kian señor Darren.
Venga que yo lo invito a tomarse una copa.
Fíjese señor Darren que llevo muchos años atendiendo este bar noche tras noche. Esta es una herencia que me dejó mi padre y a su vez a él se la dejó mi abuelo.
Pero eso es maravilloso señor kian.
En parte si señor Darren, pero también es muy agotador y ya me estoy haciendo viejo. El problema es que con mi esposa no tuvimos hijos y no tenemos a quien heredárselo, por lo mismo lo he puesto en venta.
¿Está en venta?, dijo con voz temblorosa y con brillo en sus ojos Darren.
Efectivamente señor Darren, mis rodillas cada día me duelen más y mi esposa está en igual condición y ya es momento de descansar.
El problema señor Darren es que nadie tiene el dinero suficiente por este sector para comprarlo.
Pero, ¿Cuánto pide usted por su local?
Lo estoy prácticamente regalando en 7.000 libras irlandesas.
Señor kian, voy a ser muy honesto con usted.
Estoy bastante interesado en su local, es más, el tener un bar ha sido el sueño de toda mi vida, pero…no tengo todo ese dinero.
¿Cuánto tiene señor Darren?
Tengo en el banco 5.000 libras irlandesas.
Es muy poco.
Darren en un intento desesperado le dijo:
Señor kian, puedo agregar mi vehículo como parte del pago, además está prácticamente nuevo y nunca ha sido chocado.
Es un vehículo muy hermoso y bien cuidado, lo vi cuando llegó señor Darren.
¡Ay!… no se señor Darren usted me da confianza y se ve que quiere el local.
Es mi sueño de toda la vida señor kian, si me lo vende pienso que hasta dormiría en él.
Mi abuelo señor Darren fue el que levanto este bar y siempre decía, las cosas se hacen o no se hacen.
Señor Darren, venga a mi oficina, aquí tengo los papeles preparados por el abogado, llenemos las formás y firmemos cada uno en sus respectivos lugares y cerramos el trato.
Aquí me anota la serie de su banco y después yo retiro el dinero.
Darren transpiraba y temblaba de emoción.
Señor Darren eso sí, quería pedirle un favor muy especial, yo tengo una muchacha que vende los cigarros, otra que hace el aseo y Arthur que es el cantinero a quien usted venció en las cartas. Me gustaría si pudiese usted conservarles sus trabajos.
Por supuesto señor kian, incluso les subiré los sueldos.
Bien, venga por acá.
Silencio dijo el señor kian:
Muchachos por muchos años como ustedes saben he dirigido este bar, pero mi salud ahora no me acompaña así que les presento a su nuevo dueño el señor Darren.
El bar estaba en silencio.
¿Que nos puede decir señor Darren?
Solo puedo decirles que este es el sueño de toda mi vida, esto es lo que amo y para tranquilidad del personal mantendré como empleadas a las dos muchachas y también a Arthur que ahora será mi cantinero.
Sin más que decir, beban, fumen y bailen hasta la madrugada pues hoy la casa invita.
Darren saltaba, se subía a las mesas, regalaba cigarrillos, licor y seguía bebiendo, nada lo detenía, hasta que de un momento a otro su cuerpo se desplomo y cayó al suelo totalmente ebrio.
Al siguiente día despertó, se levantó y atónito no podía creer lo que estaba viendo.
Esto no es lo que compré, aquí está todo lleno de polvo y telarañas.
Alo, Alo… ¡hay alguien!
Darren estaba viviendo una de sus peores pesadillas, intentó salir por la puerta pero esta no se movía, desesperado tomó una silla y la arrojó contra una ventana pero el vidrio no se rompía.
Darren estaba encerrado, gritaba, transpiraba y lloraba.
De pronto sintió ruido de motores, miró a través de los vidrios y se percató que se acercaban unos vehículos de rescate, pero no se dirigían al bar sino más bien estaban sacando el cuerpo de un hombre que al parecer había chocado contra un árbol.
Darren seguía mirando.
Pusieron el cuerpo inerte del hombre en una camilla y Darren quedó paralizado…
Era su propio cuerpo.
Darren lloraba y lloraba y por más que lo intentaba no lograba entender que pasaba.
Se sentó en el polvoriento piso y pensaba…mi esposa siempre me decía que por manejar ebrio un día tendría un accidente y moriría.
Pero estoy aquí y no me siento muerto.
Darren entre el susto y la desesperación con una fuerza que salía de sus entrañas dijo.
Señor mío por favor ayúdame.
En ese mismo instante la puerta y ventanas del bar se abrieron e ingresó Arthur el cantinero, quien le dijo:
Darren amigo mío, vamos que ya terminaste tu etapa en la tierra, ahora acompáñame que tenemos mucho que hacer.
ENVIADO POR OCEUS 61, HERMANO ESPIRITUAL.
RECIBIDO POR EL MÉDIUM T. DESDE CHILE