Cierto día el maestro Hari descansaba y a su vez conversaba con su fiel amigo Ajanabh que ahora estaba en el monasterio de portero y cocinero a la vez.
A lo lejos Ajanabh ve un muchacho acercarse.
-Maestro viene un muchacho, y al parecer viene a verle- El maestro Hari con sus acostumbradas respuestas le dijo: Ajanabh dile que hoy no atiendo.
– ¡Maestro! dijo preocupado Ajanabh.
Está bien veamos que quiere.
Efectivamente era un muchacho joven que apenas bordeaba los 17 años.
El muchacho poniendo su mano en el corazón y agachando su cabeza como es la costumbre le dijo:
– maestro, mi nombre es Babar y desde pequeño he sentido el llamado del Creador, pero a pesar de mi gran disciplina y esfuerzo nunca he logrado efectuar ningún milagro.
-Interesante- dijo Hari.
-Babar ¿y que necesitas de mí? -Dijo calmadamente el maestro Hari.
-Maestro yo llegué aquí no por casualidad pues me han contado que usted ha curado ciegos y también ha hecho caminar inválidos.
-Maestro yo sé todo de usted, siempre escucho las historias que cuentan en el pueblo y también los métodos poco comunes que tiene para enseñar.
-Maestro solo le pido me dé la oportunidad y me enseñe como poder hacer un milagro.
-Y tu ¿Qué opinas Ajanabh?
-Maestro opino que debe ayudar a este muchacho.
-Pues bien, gracias a Ajanabh mañana te espero temprano al salir el sol aquí en la puerta del monasterio.
-Maestro le dijo Ajanabh ¿Usted cree que ese joven muchacho podrá hacer un milagro?
-Ajanabh si tú aprendiste a cocinar todo se puede hacer.
Babar estaba tan emocionado que esa noche no pudo dormir.
-El maestro Hari me enseñará a hacer milagros.
Les contó a sus hermanos, les contó a sus padres, se sentía especial, casi eufórico.
Al día siguiente temprano llegó a las puertas del monasterio, lo recibió Ajanabh.
Del interior apareció el maestro Hari.
-Maestro aquí estoy preparado y atento para que me enseñe a hacer milagros.
-Bueno aquí ya se ha producido el primer milagro dijo el Maestro Hari porque nunca me levanto tan temprano.
Babar lo escuchó solamente, pues sabía todo de aquel maestro y también de sus comentarios poco comunes.
-Vamos muchacho- dijo Hari, y es así como emprendieron rumbo por un largo sendero.
-Muchacho le dijo Hari, ¿Qué es para ti un milagro?
-Yo pienso maestro que es tener dominio sobre la naturaleza y los hombres, poder curar, devolver la vista a los ciegos o como usted lo hace, hacer caminar a un inválido.
-Bien sigamos caminando.
-Muchacho siéntate aquí, en el suelo, que yo haré lo mismo.
-Mira todos los días tu harás un milagro, yo te enseñaré como, y por mi parte. Haré otro para que también aprendas a observar.
-Bien maestro dijo ansioso el muchacho.
El maestro Hari le dijo- toma esos dos trozos de madera y un poco de pasto seco-
-Bien maestro ¿Qué hago ahora?
-Pon el pasto seco frente a ti y comienza a frotar los 2 trozos de madera en forma rápida hasta producir calor. En algún momento saldrá una pequeña chispa y podrás encender el pasto.
Babar entusiasmado, pero sin saber qué es lo que pretendía hacer su maestro comenzó a frotar la madera hasta que en un momento producto de la fricción y el pasto seco se encendió fuego.
-El maestro le dijo: Muy bien muchacho has producido EL MILAGRO DEL FUEGO.
Babar interiormente no quedó muy convencido.
– ¿Sucede algo? -le dijo Hari al muchacho.
-Lo que pasa maestro es que hacer fuego de esa forma lo puede hacer cualquiera, no creo que esto sea un milagro.
-Bueno le dijo Hari, siempre se parte con algo.
-Ahora como la fogata esta prendida y podríamos producir un incendio deberemos apagarlo.
-Pero maestro aquí no hay ni una gota de agua en kilómetros.
-Espera…el maestro Hari se puso de pie, se concentró y una pequeña grieta se hizo en la tierra por donde salió agua y apagó la fogata.
Bien muchacho te espero mañana para tu segunda clase.
Babar estaba emocionado por los poderes del maestro Hari y decepcionado al verse tan pequeño frente a él.
Llegó a su casa y sus hermanos y padres le preguntaron cómo le había ido. Bien dijo Babar, y sin cenar se fue a su pieza.
Babar estaba mal, pensó mucho durante la noche y decía. Está bien tener métodos poco comunes, pero yo apenas hice fuego con dos pedacitos de leña y el maestro abrió la tierra y brotó agua. ¡Eso si es un milagro verdadero!
Pero como su ansia por hacer milagros era tan grande, al día siguiente apareció en la puerta del monasterio puntualmente.
-Hola muchacho- le dijo Hari. Hoy iremos al pueblo así que prepárate para una buena caminata.
Llegaron al pueblo, Hari llevaba una canasta y empezó a comprar algunas frutas en el mercado.
Babar no entendía, pensaba no creo que sea un milagro venir a comprar frutas. Mi madre lo hace a diario. Hari siempre muy risueño regateaba precios. Hari era muy conocido en el pueblo y muy admirado, todo el mundo lo saludaba y a pesar de que siempre querían regalarle lo que compraba el insistía y pagaba.
En eso estaba cuando se siente un fuerte grito y una algarabía. Entre la multitud venía un hombre desesperado acercándose al maestro Hari.
-Maestro mi hija es epiléptica, se desmayó y esta convulsionando por favor ayúdela.
El maestro Hari se acercó a la muchacha, puso una de sus manos en la cabeza y la otra en la zona del ombligo. La niña dejó de convulsionar y despertó como si nunca nada hubiese ocurrido.
El maestro Hari le dijo al muchacho-Babar, anda a ese pozo y tráeme un poco de agua.
Hari le dijo- hija toma esta agua y nunca más convulsionarás, has sanado.
El padre sólo lloraba de alegría. Babar el muchacho estaba impresionado con el poder del maestro.
Hari le dijo: Bueno mañana te espero temprano a la entrada del templo para tu tercera clase.
Babar que estaba cerca de su casa, ahora sí que no sabía que pensar. El maestro Hari le había dicho que los dos, todos los días, harían un milagro. Y yo por lo visto pensaba Babar aún no he hecho nada.
Babar tenía mucha confianza con su padre, es así como le dijo:
-Padre, yo visité al maestro Hari porque quería hacer milagros, él me dijo que los dos todos los días haríamos uno, pero el maestro ya hizo brotar agua de la tierra, curó a una muchacha con epilepsia y yo sólo he hecho una pequeña fogata. Padre ¿Deberé seguir con estas enseñanzas sin sentido, o quizás simplemente no sirvo para hacer milagros? Él padre le dijo, sigue hijo quizás el maestro está probando tu tolerancia, yo sé que es muy milagroso y bastante especial.
Estas palabras le dieron un nuevo impulso a Babar y temprano en la mañana emprendió camino al monasterio. Aún no llegaba y el maestro ya iba en camino.
-Babar hoy no podremos hacer nuestra clase porque me salió una urgencia y debo visitar a un enfermo.
-Maestro ¿Y no le molestaría si lo acompaño? Por supuesto que no, vamos.
Hari y Babar llegaron a una pequeña cabaña internada en un bosque. Al llegar los salió a recibir una mujer que con mucha aflicción en el rostro le dijo a Hari: “Por favor maestro ayude a mi esposo”.
Para el maestro Hari esta visita representaba algo muy especial pues era el hijo de Benko el que estaba enfermo. Hari en una oportunidad había curado la ira de Benko y también la de su hijo.
Maestro- dijo la mujer- mi esposo poco a poco empezó a perder su vista y en menos de quince días quedó ciego, los médicos dicen que fue la viruela. Desde que quedó ciego ya casi no conversa, tampoco come, ha bajado mucho de peso y no quiere que ningún médico lo revise. Yo lo llamé a usted porque sé que es al único que obedece.
Durga que era el nombre del hijo de Benko, a pesar de que no veía escuchó la voz del maestro Hari.
-Maestro estoy ciego- dijo- quizás este es un castigo por todas las personas que insulté y golpeé durante mi vida, pero no lo puedo sobrellevar. Por favor ayúdeme.
Babar el muchacho sólo miraba.
Hari dijo:
-Bueno veremos lo que se puede hacer. Babar, ve al bosque y me traes un poco de barro.
– ¿Pero de cualquier barro maestro?
– Del que tu elijas, pero hazlo pronto.
Hari puso este barro sobre los ojos de Durga, pidió un tiesto con agua y empezó a frotar sus ojos. De pronto el milagro se produjo, Durga estaba viendo.
-Maestro usted es un santo.
-No ataques tanto mi ego Durga que años me ha costado dominarlo- y se fue de la casa.
Babar nuevamente estaba impresionado y cada vez se sentía más pequeño.
-Hijo mañana retomaremos nuestras clases de milagros, pues ahora debo descansar.
Babar tenía muy clara la situación. Mi maestro es un Santo y yo simplemente un inútil.
Por lo mismo decidió dejar las clases hasta ahí.
Pero Babar era un buen niño y muy educado por lo mismo se dirigió al monasterio a darle las gracias al maestro Hari por haberle ayudado.
-Maestro yo estoy muy agradecido por su ayuda, pero ya no seguiré con mis clases de milagros porque creo que no sirvo para eso.
-Bien muchacho, pero podemos ser amigos y como ahora voy al pueblo me podrías acompañar.
Babar esperaba otra respuesta como que tal vez el maestro le diría que es un asunto de tiempo, o que cuando tuviera más edad se producirían los milagros.
Pero nada… sólo le dijo: “Bueno, pero podemos ser amigos”.
Camino al pueblo el maestro Hari le preguntó al muchacho:
-Babar ¿Cuántas personas componen tu familia?
-Somos tres hermanos y mis padres en total cinco.
-Bueno en realidad tengo un hermano que falleció hace dos años, éramos gemelos.
-¿Qué le sucedió pregunto el maestro?
-Los médicos nunca supieron maestro, siempre se ahogaba, le costaba mucho respirar, yo prácticamente no dormía pues temía que le pasara algo en la noche. Un día me levanté temprano, le hablé y no contestaba, lo moví y estaba muy helado, llamé a mi padre, pero lamentablemente había muerto. Lo peor maestro es que parece que esto es hereditario pues mi hermano menor que ahora tiene catorce años, también le cuesta respirar y tengo mucho miedo que le pase lo mismo que a mi hermano gemelo.
-Maestro ¿Usted podría sanar a mi hermano? Yo maestro el primer milagro que quería hacer era ese, sanar a mi hermano menor.
-No sé si podré sanarlo, pero vamos a tu casa.
-Maestro ¿Usted me haría el honor de ir a mi casa?
-¿Cómo cocina tu madre?
-Exquisito maestro, hoy hará Sha Balep y Thenthuk.
-Entonces no se hable más vamos a tu casa.
Este tipo de situaciones desconcertaban a Babar pues pensaba que el maestro le estaba dando más importancia a la comida que a la salud de su hermano menor.
Es así como llegaron y después de cordiales saludos el maestro Hari dijo:
– Yo diría que ya es hora de comer.
– Por supuesto maestro -dijo la mamá de Babar.
Después de la exquisita cena y una amable conversación el maestro Hari le dijo a Babar:
-Llévame donde tu hermano y déjame solo con él.
Pasó un lapso de media hora y el maestro salió de la pieza.
El maestro Hari le dijo a Babar- ve donde tu hermano y cuéntale cuál es tu temor, que él a su vez te contará lo que siente-
Así lo hizo Babar, después de un mediano espacio de tiempo salieron los dos hermanos y el menor respiraba como cualquier niño. Sé había sanado.
Los padres de Babar sonreían y hacían reverencias al maestro Hari, muchos vecinos llegaron a la pequeña casa y el maestro se fue entre vítores y reverencias.
Hari le dijo a Babar:
-¿Me podrías acompañar al monasterio mira que en el camino a veces aparecen hombres con cuchillos y por ahora no tengo más vacantes de trabajo? Babar no entendió.
Camino al monasterio el maestro Hari le dijo:
-Hijo, ahí está el milagro que buscabas.
-Pero maestro cuando entré a la pieza mi hermano estaba respirando bien. Fue usted el que hizo el milagro.
-Escúchame. Los milagros siempre están ocurriendo, pasan frente a nuestros ojos y no los vemos. Si haces un milagro siempre los que te siguen te pedirán otro mayor. Muchos años atrás guiado por una estrella llegó al mundo un gran maestro al cual le pusieron como nombre Jesús, el sano ciego, hizo caminar paralíticos, pero las personas le pedían más, con unos pocos panes y peces alimento a más de cinco mil personas, pero le seguían pidiendo más y fue así como resucito muertos. Sin embargo, cuando estaba en la cruz le decían si eres Dios porque no te salvas. Esos hermanos nunca se percataron que el mayor milagro que hizo el maestro Jesús fueron sus enseñanzas.
Las personas siempre te pedirán más y más milagros. No debes basar tu fe en los milagros, púes cada vez que hagas uno te pedirán otro mayor y así sucesivamente.
¿Y qué pasará cuando ya no puedas hacer otro milagro? Que esos hermanos perderán su fe.
No hay mayor milagro que la sonrisa de un niño, no hay mayor milagro que ver a dos hermanos perdonarse y darse un abrazo, no hay mayor milagro que la comida que hace tu madre porque en ello pone su amor.
-Pero maestro usted me quiere decir que ¿yo hice milagros?
-Pon mucha atención: Primero hiciste FUEGO que bien usado da abrigo al friolento hermano que lo necesita. Después me trajiste AGUA para la muchacha con epilepsia, yo sólo le detuve el ataque, pero fueron tus manos y tu fe las que transmitieron la salud al agua que terminó sanando a esa hermana. Posteriormente me trajiste TIERRA del bosque que yo solo puse en los ojos de aquel hermano ciego, pero fuiste tú el que la eligió tomándola con cuidado mientras pensabas “yo sé que podrá nuevamente volver a ver”.
– A continuación, le llevaste AIRE a tu hermano menor, pues tú le hablaste del temor que sentías que a él le pasara lo mismo que a tu hermano gemelo y él te contó que se enfermó porque no quería que te pasara a ti lo mismo que a su hermano fallecido.
-El miedo corta el oxígeno, tus pulmones comienzan a fallar y tus células no se ventilan. Los pulmones nos permiten ventilar nuestros sentimientos negativos. Tanto tu como tu hermano al dejar sus temores sanaron. Dé hecho camino a tu casa tu hermano ya estaba sanando pues tu creías en que lo sanaría.
FUEGO-AGUA-TIERRA-AIRE los cuatro milagros de la naturaleza.
Babar recuerda siempre lo siguiente:
-Tú, el pueblo, tu familia y tus vecinos me vieron…
Abrir la tierra y hacer brotar el agua
Sanar a una muchacha epiléptica
Curar a un ciego
Hacer respirar a quien no podía.
Salí aclamado por todo un pueblo, bajo reverencias de tus padres, vecinos y también de ti.
Sabes…Lo mío fue un ESPECTÁCULO, lo tuyo fue un MILAGRO.
Cualquiera da espectáculos, muy pocos hacen milagros. El Creador nos pide milagros
Siempre busca el verdadero milagro y desecha el espectáculo.
relato de vida desde el astral recepcionado por el médium t. acá en chile